sábado, 9 de junio de 2012

Hasta entonces, nunca, no existía como tal en mi entendimiento. La mayor parte de los acontecimientos a mi alrededor transcurrían de manera temporal, pero la idea de "para siempre" tuve que madurarla durante algún tiempo. Sólo tenía siete años. Después de la desagradable sorpresa inicial vino la añoranza.Aunque no veía a mis abuelos todos los días, siempre esperaba con impaciencia los fines de semana. Y los siguientes ya no fueron divertidos. Mi abuela empezó a vestir de negro y mi madre estuvo varios meses seria, triste y sin ganas de nada. Reviviendo este momento de mi vida, espero que todavía pasen muchos años antes de que como madre tenga explicar a mis hijos la muerte, como un acontecimiento natural, al que todos debemos enfrentarnos en algún momento de nuestras vidas. Estar preparada para hacerlo bien es importante y, aunque no me guste pensar en la muerte, es bueno concienciarse para saber actuar cuando llegue el momento. Por este motivo, quisiera daros las gracias a todos los que habéis utilizado nuestra página oficial en Facebook para contarnos vuestra experiencia personal tras el fallecimiento de un ser querido y cómo se lo explicasteis a vuestros hijos pequeños. Muchas personas pueden aprender con vuestro ejemplo y, por eso, quisiera animaros a que sigais. Este es el caso de Romina, una madre que tuvo que explicarle a su hijo de 5 años la muerte de su tía y acudió a una psicóloga. "Me dijo que primero tenía que superarlo yo y estar fuerte para poder contárselo a él, si no mi hijo me iba a ver mal y me iba a tratar de consolar, reprimiendo sus sentimientos para no verme mal a mí. Fue el mejor consejo que recibí". Sandra ideó una historia para justificar a su hijo de 3 años la pérdida de un primo de un año y medio. De acuerdo con sus ideas religiosas, le dijo que "se había ido al cielo y que ahora era un angelito. No le dejé entrar a verlo porque quería que se quedara con el recuerdo de haber jugado con él". Alejandra cree que "es muy triste y doloroso encontrar las palabras precisas para contarle a un niño que un ser querido no va a volver" y Gema desea que todavía pase mucho tiempo antes de tener que hablar con su hijo de 4 años de este tema porque "ya fue dífícil para él entender por qué había un pajarito muerto cerca de la valla del patio de su colegio". Ela y Cristina consideran que "es mejor decir la verdad, sin hacer dramas" y Luz argumenta que "es mejor sincerarse con ellos para darles ejemplo y confianza". Gracias a todos por vuestras palabras de aliento. Encontrar la ilusión de seguir adelante es la clave para superar la pérdida de un ser querido. Ayudar a los demás cuando más lo necesitan es el mejor regalo que les podemos hacer. Díselo a tus hijos, la vida es lo mejor que tenemos. Disfrutemos el momento.

Para muchos niños, su primera experiencia real de una pérdida ocurre cuando se les muere una mascota...
Cuando se muere el animal, los niños necesitan que se les consuele, ame y respalde y que se les brinde afecto en vez de dárseles explicaciones médicas o científicas complicadas.
Las reacciones de los niños ante la muerte del animal van a depender de su edad y nivel de desarrollo.
  • Los niños de 3 a 5 años de edad ven la muerte como algo temporal y potencialmente reversible.
  • Entre las edades de 6 a 8 años, los niños comienzan a desarrollar un entendimiento más realista sobre la naturaleza y consecuencias de la muerte.
  • Generalmente no es hasta los 9 años de edad que los niños entienden en su totalidad que la muerte es permanente y final.
Por esta razón, a los niños muy jóvenes se les debe decir que cuando se muere un animal éste se deja de mover, ya no puede oír ni ver y no se va a volver a despertar. Puede que ellos necesiten el que se les repita varias veces esta explicación.

¿Cuál es la mejor manera de decírselo a los niños?

Hay muchas formas mediante las cuales los padres pueden decirle a sus niños que se ha muerto su animal. A veces ayuda el poner a los niños lo más cómodamente posible (usar una voz calmada, tomarles las manos y ponerles el brazo alrededor de ellos) y el decírselos en un ambiente familiar.
Es también importante ser sincero cuando se le dice al niño que se ha muerto su animal. Tratar de proteger al niño con explicaciones vagas o inexactas puede crearle ansiedad, confusión y desconfianza.

Preguntas que suelen hacer

Los niños a menudo tienen preguntas después que se muere su animal incluyendo: ¿Por qué se murió mi animal?. ¿Fue culpa mía?. ¿A dónde va el cuerpo de mi animal?. ¿Volveré a ver a mi animal?. Si yo lo deseo mucho y me porto muy bien, ¿puedo hacer que mi animal regrese?. ¿La muerte dura para siempre?. Es muy importante contestar tales preguntas de manera sencilla pero sincera.
Los niños pueden experimentar tristeza, ira, temor, negación y culpabilidad cuando se muere su animal. También pueden ponerse celosos de los amigos que todavía tienen sus respectivos animales.

Hay que favorecer que expresen sus sentimientos

Cuando el animal se enferma o se está muriendo, saque el tiempo para hablar con su hijo acerca de sus sentimientos. Si posible, es de gran ayuda el que el niño le diga adiós al animal antes de que éste muera.
Los padres pueden servir de modelos al compartir sus sentimientos con los niños. Permita que su hijo se dé cuenta de que es normal extrañar a su animal después que muere y estimule a su niño a que venga donde usted con sus preguntas o para consuelo y alivio.

Es importante que vivan el duelo

No hay una manera preferible en la cual los niños lamenten a sus mascotas. Ellos necesitan que se les dé tiempo para recordar a sus animales. Hablar acerca del animal con amigos y familiares ayuda. El niño tiene que hacer el duelo por su animal a su modo.
Después que el animal se muere los niños pueden querer enterrarlo, llevar a cabo un acto conmemorativo o tener una ceremonia.
Otros niños pueden escribir poemas e historias o hacer dibujos de su animal. No es siempre preferible el reemplazar al animal muerto enseguida.
La muerte del animal puede causar que el niño recuerde otras pérdidas dolorosas, o eventos inquietantes. Un niño que aparenta estar abrumado por la pena y no es capaz de funcionar en su rutina normal se puede beneficiar de una evaluación por un siquiatra de niños y adolescentes u otro profesional de la salud calificado.



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